Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Pegadle en el hocico, en los ojos, ¡dadle fuerte en los ojos!
-vocifera Mikolka.
-¡Cantemos una canción, camaradas! -dice una voz en la
carreta-. El estribillo tenéis que repetirlo todos.
Los mujiks entonan una canción grosera acompañados por un
tamboril. El estribillo se silba. La campesina sigue partiendo
avellanas y riendo con sorna.
Rodia se acerca al caballo y se coloca delante de él. Así puede
ver cómo le pegan en los ojos..., ¡en los ojos...! Llora. El corazón
se le contrae. Ruedan sus lágrimas. Uno de los verdugos le roza la
cara con el látigo. Él ni siquiera se da cuenta. Se retuerce las
manos, grita, corre hacia el viejo de barba blanca, que sacude la
cabeza y parece condenar el espectáculo. Una mujer lo coge de la
mano y se lo quiere llevar. Pero él se escapa y vuelve al lado del
caballo, que, aunque ha llegado al límite de sus fuerzas, intenta
aún cocear.
-¡El diablo te lleve! -vocifera Mikolka, ciego de ira.
Arroja el látigo, se inclina y coge del fondo de la carreta un
grueso palo. Sosteniéndolo con las dos manos por un extremo, lo
levanta penosamente sobre el lomo de la víctima.
-¡Lo vas a matar! -grita uno de los espectadores.
-Seguro que lo mata -dice otro.
-¿Acaso no es mío? -ruge Mikolka.
Y golpea al animal con todas sus fuerzas. Se oye un ruido seco.
-¡Sigue! ¡Sigue! ¿Qué esperas? -gritan varias voces entre la
multitud.
Mikolka vuelve a levantar el palo y descarga un segundo golpe en
el lomo de la pobre bestia. El animal se contrae; su cuarto trasero
se hunde bajo la violencia del golpe; después da un salto y
empieza a tirar con todo el resto de sus fuerzas. Su propósito es
huir del martirio, pero por todas partes encuentra los látigos de
sus seis verdugos. El palo se levanta de nuevo y cae por tercera
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 71