CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Seite 655

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski equivocarse al imaginárselo, pues se fundaban en datos exactos y precisos. Sin embargo, las noticias que recibían no tenían, especialmente al principio, nada de consolador para el matrimonio. Sonia contaba a Dunia y a su marido que Rodia estaba siempre sombrío y taciturno, que permanecía indiferente a las noticias de Petersburgo que ella le transmitía, que la interrogaba a veces por su madre. Y cuando Sonia se dio cuenta de que sospechaba la verdad sobre la suerte de Pulqueria Alejandrovna, le dijo francamente que había muerto, y entonces, para sorpresa suya, vio que Raskolnikof permanecía poco menos que impasible. Aunque concentrado en sí mismo y ajeno a cuanto le rodeaba -le explicaba Sonia en una carta-, miraba francamente y con entereza su nueva vida. Se daba perfecta cuenta de su situación y no esperaba que mejorase en mucho tiempo. No alimentaba vanas esperanzas, contrariamente a lo que suele ocurrir en los casos como el suyo, y no parecía experimentar extrañeza alguna en su nuevo ambiente, tan distinto del que había conocido hasta entonces. Su salud era satisfactoria. Iba al trabajo sin resistencia ni apresuramiento; no lo eludía, pero tampoco lo buscaba. Se mostraba indiferente respecto a la alimentación, pero ésta era tan mala, exceptuando los domingos y días de fiesta, que al fin aceptó algún dinero de Sonia para poder tomar té todos los días. Sin embargo, le rogó que no se preocupara por él, pues le contrariaba ser motivo de inquietud para otras personas. En otra de sus cartas, Sonia les explicó que Rodia dormía hacinado con los demás detenidos. Ella no había visto la fortaleza donde estaban encerrados, pero tenía noticias de que los presos vivían amontonados, en condiciones nada saludables y francamente horribles. Raskolnikof dormía sobre un jergón cubierto por un simple trozo de tela y no deseaba tener un lecho más cómodo. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 654