Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
a delirar. Una mañana dijo que, según sus cálculos, Rodia estaba
a punto de regresar, pues, al despedirse de ella, él mismo le había
asegurado que volvería al cabo de nueve meses. Y empezó a
arreglar la casa, a preparar la habitación que destinaba a su hijo
(la suya), a quitar el polvo a los muebles, a fregar el suelo, a
cambiar las cortinas... Dunia sentía gran inquietud al verla en
semejante estado, pero no decía nada e incluso la ayudaba a
preparar el recibimiento de Rodia.
Al fin, tras un día de agitación, de visiones, de ensueños felices y
de lágrimas, Pulqueria Alejandrovna perdió por completo el juicio
y murió quince días después. Las palabras que dejó escapar en su
delirio hicieron suponer a los que le rodeaban que sabía de la
suerte de su hijo mucho más de lo que se sospechaba.
Raskolnikof ignoró durante largo tiempo la muerte de su madre.
Sin embargo, desde su llegada a Siberia recibía regularmente
noticias de su familia por mediación de Sonia, que escribía todos
los meses a los esposos Rasumikhine y nunca dejaba de recibir
respuesta. Las cartas de Sonia parecieron al principio demasiado
secas a Dunia y su marido. No les gustaban. Pero después
comprendieron que Sonia no podía escribir de otro modo y que, al
fin y al cabo, aquellas cartas les daban una idea clara y precisa de
la vida del desgraciado Raskolnikof, pues abundaban en detalles
sobre
este
punto.
Sonia
describía
tan
simple
como
minuciosamente la existencia de Raskolnikof en el presidio. No
hablaba de sus propias esperanzas, de sus planes para el futuro ni
de sus sentimientos personales. En vez de explicar el estado
espiritual, la vida interior del condenado, de interpretar sus
reacciones, se limitaba a citar hechos, a repetir las palabras
pronunciadas por Rodia, a dar noticias de su salud, a transmitir
los deseos que había expresado, los encargos que había hecho...
Gracias a estas noticias en extremo detalladas, pronto creyeron
tener junto a ellos a su desventurado hermano, y no podían
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