Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
cara expresiva; era alto y delgado, de cabello negro, e iba
siempre mal afeitado. Hacía sus calaveradas cuando se
presentaba la ocasión, y se le tenía por un hércules. Una noche
que recorría las calles en compañía de sus camaradas había
derribado de un solo puñetazo a un gendarme que media como
mínimo uno noventa de estatura. Del mismo modo que podía
beber sin tasa, era capaz de observar la sobriedad más estricta.
Unas veces cometía locuras imperdonables; otras mostraba una
prudencia ejemplar.
Rasumikhine tenía otra característica notable: ninguna
contrariedad le turbaba; ningún revés le abatía. Podría haber
vivido sobre un tejado, soportar el hambre más atroz y los fríos
más crueles. Era extremadamente pobre, tenía que vivir de sus
propios recursos y nunca le faltaba un medio a otro de ganarse la
vida. Conocía infinidad de lugares donde procurarse dinero...,
trabajando, naturalmente.
Se le había visto pasar todo un invierno sin fuego, y él decía que
esto era agradable, ya que se duerme mejor cuando se tiene frió.
Había tenido también que dejar la universidad por falta de
recursos, pero confiaba en poder reanudar sus estudios muy
pronto, y procuraba por todos los medios mejorar su situación
pecuniaria.
Hacía cuatro meses que Raskolnikof no había ido a casa de
Rasumikhine. Y Rasumikhine ni siquiera conocía la dirección de su
amigo. Un día, hacía unos dos meses, se habían encontrado en la
calle, pero Raskolnikof se había desviado e incluso había pasado a
la
otra
acera.
Rasumikhine,
aunque
había
reconocido
perfectamente a su amigo, había fingido no verle, a fin de no
avergonzarle.
V
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 63