Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
espantosa. Dunia había compartido esta ansiedad. Al recordar que
el día anterior Svidrigailof le había dicho que Sonia Simonovna lo
sabía todo, Dunetchka había ido a verla aquella misma mañana.
No entraremos en detalles sobre la conversación que sostuvieron
las dos mujeres, las lágrimas que derramaron ni la amistad que
nació entre ellas.
En esta entrevista, Dunia obtuvo el convencimiento de que su
hermano no estaría nunca solo. Sonia había sido la primera en
recibir su confesión: Rodia se había dirigido a ella cuando sintió la
necesidad de confiar su secreto a un ser humano. A cualquier
parte que el destino le llevara, ella le seguiría. Avdotia
Romanovna no había interrogado sobre este punto a Sonetchka,
pero estaba segura de que procedería así. Miraba a la muchacha
con una especie de veneración que la confundía. La pobre Sonia,
que se consideraba indigna de mirar a Dunia, se sentía tan
avergonzada, que poco faltaba para que se echase a llorar. Desde
el día en que se vieron en casa de Raskolnikof, la imagen de la
encantadora muchacha que tan humildemente la había saludado
había quedado grabada en el alma de Dunia como una de las más
bellas y puras que había visto en su vida.
Al fin, Dunetchka, incapaz de seguir conteniendo su impaciencia,
había dejado a Sonia y se había dirigido a casa de su hermano
para esperarlo allí, segura de que al fin llegaría.
Apenas volvió a verse sola, Sonia sintió una profunda
intranquilidad ante la idea de que Raskolnikof podía haberse
suicidado. Este temor atormentaba también a Dunia. Durante todo
el día, mientras estuvieron juntas, se habían dado mil razones
para rechazar semejante posibilidad y habían conseguido
conservar en parte la calma, pero apenas se hubieron separado, la
inquietud renació por entero en el corazón de una y otra. Sonia se
acordó de que Svidrigailof le había dicho que Raskolnikof sólo
tenía dos soluciones: Siberia o... Por otra parte, sabía que Rodia
tenía un orgullo desmedido y carecía de sentimientos religiosos.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 633