Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Es ya tarde. Tengo que ir a entregarme. Aunque no sé por qué
lo hago.
Gruesas lágrimas rodaban por las mejillas de Dunia.
-Estás llorando, hermana mía. Pero me pregunto si querrás
darme la mano.
-¿Lo dudas?
Lo estrechó fuertemente contra su pecho.
-Al ir a ofrecerte a la expiación, ¿acaso no borrarás la mitad de
tu crimen? -exclamó, cerrando más todavía el cerco de sus brazos
y besando a Rodia.
-¿Mi crimen? ¿Qué crimen? -exclamó el joven en un repentino
acceso de furor-. ¿El de haber matado a un gusano venenoso, a
una vieja usurera que hacía daño a todo el mundo, a un vampiro
que chupaba la sangre a los necesitados? Un crimen así basta
para borrar cuarenta pecados. No creo haber cometido ningún
crimen y no trato de expiarlo. ¿Por qué me han de gritar por todas
partes: « ¡Has cometido un crimen! »? Ahora que me he decidido
a afrontar este vano deshonor me doy cuenta de lo absurdo de mi
proceder. Sólo por cobardía y por debilidad voy a dar este paso...,
o tal vez por el interés de que me habló Porfirio.
-Pero ¿qué dices, Rodia? -exclamó Dunia, consternada-. Has
derramado sangre.
-Sangre..., sangre... -exclamó el joven con creciente
vehemencia-. Todo el mundo la ha derramado. La sangre ha
corrido siempre en oleadas sobre la tierra. Los hombres que la
vierten como el agua obtienen un puesto en el Capitolio y el título
de bienhechores de la humanidad. Analiza un poco las cosas antes
de juzgarlas. Yo deseaba el bien de la humanidad, y centenares
de miles de buenas acciones habrían compensado ampliamente
esta única necedad, mejor dicho, esta torpeza, pues la idea no era
tan necia como ahora parece. Cuando fracasan, incluso los
mejores proyectos parecen estúpidos. Yo pretendía solamente
obtener la independencia, asegurar mis prime &