CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 629

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -¡Alabado sea Dios! -exclamó Dunia-. Eso era precisamente lo que temíamos Sonia Simonovna y yo. Eso demuestra que aún crees en la vida. ¡Alabado sea Dios! Raskolnikof sonrió amargamente. -No creo en la vida. Pero hace un momento he hablado con nuestra madre y nos hemos abrazado llorando. Soy un incrédulo, pero le he pedido que rezara por mí. Sólo Dios sabe cómo ha podido suceder esto, Dunetchka, pues yo no comprendo nada. -¿Cómo? ¿Has estado hablando con nuestra madre? -exclamó Dunetchka, aterrada-. ¿Habrás sido capaz de decírselo todo? -No, yo no le he dicho nada claramente; pero ella sabe muchas cosas. Te ha oído soñar en voz alta la noche pasada. Estoy seguro de que está enterada de buena parte del asunto. Tal vez he hecho mal en ir a verla. Ni yo mismo sé por qué he ido. Soy un hombre vil, Dunia. -Sí, pero dispuesto a ir en busca de la expiación. Porque irás, ¿verdad? -Sí: iré en seguida. Para huir de este deshonor estaba dispuesto a arrojarme al río, pero en el momento en que iba a hacerlo me dije que siempre me había considerado como un hombre fuerte y que un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza. ¿Es esto un acto de valor, Dunia? -Sí, Rodia. En los turbios ojos de Raskolnikof fulguró una especie de relámpago. Se sentía feliz al pensar que no había perdido la arrogancia. -No creas, Dunia, que tuve miedo a morir ahogado -dijo, mirando a su hermana con una sonrisa horrible. -¡Basta, Rodia! -exclamó la joven con un gesto de dolor. Hubo un largo silencio. Raskolnikof tenía la mirada fija en el suelo. Dunetchka, en pie al otro lado de la mesa, le miraba con una expresión de amargura indecible. De pronto, Rodia se levantó. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 628