Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
mi indiferencia hacia ti ha sido un error. Nunca dejaré de
quererte... Y basta ya. He comprendido que debía hablarte así,
darte esta explicación.
Pulqueria Alejandrovna abrazó a su hijo y lo estrechó contra su
corazón mientras lloraba en silencio.
-No sé qué te pasa, Rodia -dijo al fin-. Creía sencillamente que
nuestra presencia te molestaba, pero ahora veo que te acecha una
gran desgracia y que esta amenaza te llena de angustia. Hace
tiempo que lo sospechaba, Rodia. Perdona que te hable de esto,
pero no se me va de la cabeza e incluso me quita el sueño. Esta
noche tu hermana ha soñado en voz alta y sólo hablaba de ti. He
oído algunas palabras, pero no he comprendido nada
absolutamente. Desde esta mañana me he sentido como el
condenado a muerte que espera el momento de la ejecución.
Tenía el presentimiento de que ocurriría una desgracia, y ya ha
ocurrido. Rodia, ¿dónde vas? Pues vas a emprender un viaje,
¿verdad?
-Sí.
-Me lo figuraba. Pero puedo acompañarte. Y Dunia también. Te
quiere mucho. Además, puede venir con nosotros Sonia
Simonovna. De buen grado la aceptaría como hija. Dmitri
Prokofitch nos ayudará a hacer los preparativos... Pero dime:
¿adónde vas?
-Adiós.
-Pero ¿te vas hoy mismo? --exclamó como si fuera a perder a su
hijo para siempre.
-No puedo estar más tiempo aquí. He de partir en seguida.
-¿No puedo acompañarte?
-No. Arrodíllate y ruega a Dios por mi. Tal vez te escuche.
-Deja que te dé mi bendición... Así... ¡Señor, Señor...!
Rodia se felicitaba de que nadie, ni siquiera su hermana,
estuviera presente en aquella entrevista. De súbito, tras aquel
horrible período de su vida, su corazón se había ablandado.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 625