Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Y recordó que hacía un momento, al pasar por el parque
Petrovitch, había experimentado la misma ingrata sensación.
Luego pensó en el Pequeño Neva y volvió a estremecerse como se
había estremecido hacía un rato cuando se había asomado a mirar
el agua.
« Nunca he podido ver el agua ni en pintura. »
Y acto seguido le asaltaron otras extrañas ideas que le hicieron
sonreír de nuevo.
«En estos momentos, todo eso de la comodidad y la estética
debería tenerme sin cuidado. Sin embargo, estoy procediendo
como el animal que lucha por conseguir un buen sitio... ¡En estas
circunstancias...! Lo mejor habría sido ir en seguida a Petrovski
Ostrof. Pero no, me han dado miedo el frío y las tinieblas. ¡Je, je!
¡El señor necesita sensaciones agradables...! Pero ¿por qué no he
apagado ya la vela?»
La apagó de un soplo y, al no ver luz en la grieta del tabique,
siguió diciéndose:
«Mis vecinos se han acostado ya... Ahora sería oportuna tu
visita, Marfa Petrovna. La oscuridad es completa; el lugar,
adecuado; el momento, propicio... Pero ya veo que no quieres
venir. »
De pronto se acordó de que, poco antes de poner en práctica su
proyecto sobre Dunia, había aconsejado a Raskolnikof que
confiara a su hermana a la custodia de Rasumikhine.
«Lo he dicho para fustigarme los nervios, como ha adivinado
Rodion Romanovitch. ¡Qué astuto es! Ha sufrido mucho. Puede
llegar a ser algo con el tiempo, cuando se vea libre de las
disparatadas ideas que ahora le obsesionan. Está anhelante de
vida. En tales circunstancias, todos los hombres como él son
cobardes... ¡En fin, que el diablo le lleve! ¡Qué me importa a mí lo
que haga o deje de hacer!
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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