Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
camareros, a los cantantes y a dos empleadillos que atrajeron su
simpatía sólo porque tenían torcida la nariz. En uno, este apéndice
se ladeaba hacia la derecha y en el otro hacia la izquierda, cosa
que le sorprendió sobremanera. Éstos acabaron por llevarle a un
jardín de recreo. Svidrigailof pagó las entradas. En el jardín había
un abeto escuálido, tres arbolillos más y una construcción que
ostentaba el nombre de Vauxhall, pero que no era más que una
taberna, donde también podía tomarse té.
En el jardín había igualmente varios veladores verdes con sillas.
Un coro de malos cantantes y un payaso de nariz roja
completamente borracho y extraordinariamente triste se
encargaban de distraer al público.
Los empleadillos se encontraron con varios colegas y empezaron
a reñir con ellos. Se escogió como árbitro a Svidrigailof. Éste
estuvo un cuarto de hora tratando de averiguar el motivo del
pleito; pero todos gritaban a la vez y no había medio de
entenderse. Lo único que comprendió fue que uno de ellos había
cometido un robo y vendido el objeto robado a un judío que había
llegado oportuna y casualmente, hecho lo cual se negaba a
repartirse con sus compañeros el producto de la operación. Al fin
se descubrió que el objeto robado era una cucharilla de plata
perteneciente al Vauxhall. Los empleados del establecimiento se
dieron cuenta de la desaparición de la cucharilla, y el asunto
habría tomado un cariz desagradable si Svidrigailof no hubiera
acallado las protestas de los perjudicados.
Después de pagar la cucharilla salió del jardín. Eran alrededor de
las diez. No había bebido ni una gota de alcohol en toda la noche.
Había tomado té, y eso porque había que
pedir algo para permanecer en el local.
La noche era oscura y el aire denso. A eso de las diez, el cielo se
cubrió de negras y espesas nubes y estalló una violenta
tempestad. La lluvia no caía en gotas, sino en verdaderos raudales
que azotaban el suelo. Relámpagos de enorme extensión
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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