Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
habitaciones. Son dos... Mi patrona, la señora Resslich, habita al
otro lado del tabique. Ahora eche una mirada por aquí. Quiero
mostrarle mis «documentos», por decirlo así. La puerta de mi
habitación da a un alojamiento de dos piezas, que está
completamente vacío... Mire con atención. Debe usted tener un
conocimiento exacto del lugar del hecho.
Svidrigailof disponía de dos habitaciones amuebladas bastante
espaciosas. Dunetchka miró en torno de ella con desconfianza,
pero no vio nada sospechoso en la colocación de los muebles ni en
la disposición del local. Sin embargo, debió advertir que el
alojamiento de Svidrigailof se hallaba entre otros dos
deshabitados. No se llegaba a sus habitaciones por el corredor,
sino atravesando otras dos piezas que formaban parte del
compartimiento de su patrona. Svidrigailof abrió la puerta de su
dormitorio, que daba a uno de los alojamientos vacíos, y se lo
mostró a Dunia, que permaneció en el umbral sin comprender por
qué el huésped deseaba que mirase aquello. Pero en seguida
recibió la explicación.
-Mire aquella habitación, la segunda y más espaciosa. Observe
su puerta: está cerrada con llave. ¿Ve aquella silla colocada junto
a la puerta? Es la única que hay en las dos habitaciones. La llevé
yo de aquí para poder escuchar más cómodamente. Al otro lado
de esa puerta está la mesa de Sonia Simonovna. La joven estaba
sentada ante su mesa mientras hablaba con Rodion Romanovitch,
y yo escuchaba la conversación desde este lado de la puerta.
Escuché dos tardes seguidas, y cada tarde dos horas como
mínimo. Por lo tanto, pude enterarme de muchas cosas, ¿no cree
usted?
-¿Escuchaba usted detrás de la puerta?
-Sí, escuchaba detrás de la puerta... Venga, venga a mi
alojamiento. Aquí ni siquiera hay donde sentarse.
Volvieron a las habitaciones de Svidrigailof y éste invitó a la
joven a sentarse en la pieza que utilizaba como sala. Él se sentó
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