Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Y preguntó a Raskolnikof, al reparar en su destrozado traje:
-¿Qué le ocurre a usted? ¿Cómo se llama?
Raskolnikof lo examinó atentamente. El policía tenía una noble
cara de soldado y lucía mostachos y grandes patillas. Su mirada
parecía llena de inteligencia.
-Precisamente es usted el hombre que necesito -gritó el joven
cogiéndole del brazo-. Soy Raskolnikof, antiguo estudiante... Digo
que lo necesito por usted -añadió dirigiéndose al otro- Venga,
guardia; quiero que vea una cosa...
Y sin soltar el brazo del policía lo condujo al banco.
-Venga... Mire... Está completamente embriagada. Hace un
momento se paseaba por el bulevar. Sabe Dios lo que será, pero
desde luego, no tiene aspecto de mujer alegre profesional. Yo creo
que la han hecho beber y se han aprovechado de su embriaguez
para abusar de ella. ¿Comprende usted? Después la han dejado
libre en este estado. Observe que sus ropas están desgarradas y
mal puestas. No se ha vestido ella misma, sino que la han vestido.
Esto es obra de unas manos inexpertas, de unas manos de
hombre; se ve claramente. Y ahora mire para ese lado. Ese señor
con el que he estado a punto de llegar a las manos hace un
momento es un desconocido para mí: es la primera vez que le
veo. Él la ha visto como yo, hace unos instantes, en su camino, se
ha dado cuenta de que estaba bebida, inconsciente, y ha sentido
un vivo deseo de acercarse a ella y, aprovechándose de su estado,
llevársela Dios sabe adónde. Estoy seguro de no equivocarme. No
me equivoco, créame. He visto cómo la acechaba. Yo he
desbaratado sus planes, y ahora sólo espera que me vaya. Mire:
se ha retirado un poco y, para disimular, está haciendo un
cigarrillo. ¿Cómo podríamos librar de él a esta pobre chica y
llevarla a su casa? Piense a ver si se le ocurre algo.
El agente comprendió al punto la situación y se puso a
reflexionar. Los propósitos del grueso caballero saltaban a la
vista; pero había que conocer los de la muchacha. El agente se
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 58