CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 588

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Estaban ya en la calle. -Yo voy hacia la izquierda -dijo Svidrigailof-, y usted hacia la derecha. O al revés, si usted lo prefiere. El caso es que nos separemos. Adiós. Mon plaisir. Celebraré volver a verle. Y tomó la dirección de la plaza del Mercado. V Raskolnikof le alcanzó y se puso a su lado. -¿Qué significa esto? -exclamó Svidrigailof-. Ya le he dicho a usted que... -Esto significa que no le dejo a usted. -¿Cómo? Los dos se detuvieron y estuvieron un momento mirándose. -Lo que usted me ha contado en su embriaguez me demuestra que, lejos de haber renunciado a sus odiosos proyectos contra mi hermana, se ocupa en ellos más que nunca. Sé que esta mañana ha recibido una carta. Usted puede haber encontrado una prometida en sus vagabundeos, pero esto no quiere decir nada. Necesito convencerme por mis propios ojos. A Raskolnikof le habría sido difícil explicar qué era lo que quería ver por sí mismo. -¿Quiere usted que llame a la policía? -Llámela. Se detuvieron de nuevo y se miraron a la cara. Al fin, el rostro de Svidrigailof cambió de expresión. Viendo que sus amenazas no intimidaban a Raskolnikof lo más mínimo, dijo de pronto, en el tono más amistoso y alegre: -¡Es usted el colmo! Me he abstenido adrede de hablarle de su asunto, a pesar de que la curiosidad me devora. He dejado este tema para otro día. Pero usted es capaz de hacer perder la paciencia a un santo... Puede usted venir si quiere, pero le advierto que voy a mi casa sólo para un momento: el tiempo necesario para coger dinero. Luego cerraré la puerta y me iré a StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 587