CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 587

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski muchacha dándole lecciones de francés y de baile. Ellas aceptan con entusiasmo, se consideran muy honradas, etcétera..., y yo sigo visitándolas. ¿Quiere usted que vayamos a verlas? Pero habrá de ser más tarde. -¡Basta! No quiero seguir escuchando sus sucias y viles anécdotas, hombre ruin y corrompido. -¡Ah, escuchemos al poeta! ¡Oh Schiller! ¿Dónde va a esconderse la virtud...? Mire, le contaré cosas como ésta sólo para oír sus gritos de indignación. Es para mí un verdadero placer. -Lo creo. Hasta yo mismo me veo en ridículo en estos instantes -murmuró Raskolnikof, indignado. Svidrigailof reía a mandíbula batiente. Al fin llamó a Felipe y, después de haber pagado su consumición, se levantó. -Vámonos. Estoy bebido. Assez causé -exclamó-. He tenido un verdadero placer. -Lo creo. ¿Cómo no ha de ser un placer para usted referir anécdotas escabrosas? Esto es una verdadera satisfacción para un hombre encenagado en el vicio y desgastado por la disipación, sobre todo cuando tiene un proyecto igualmente monstruoso y lo cuenta a un hombre como yo... Es una cosa que fustiga los nervios. -Pues si es así -dijo Svidrigailof con cierto asombro-, si es así, a usted no le falta cinismo. Usted es capaz de comprender muchas cosas. Bueno, basta ya. Siento de veras no poder seguir hablando con usted. Pero ya volveremos a vernos... Tenga un poco de paciencia. Salió de la taberna seguido de Raskolnikof. Su embriaguez se disipaba a ojos vistas. Parecía preocupado por asuntos importantes y su semblante se había nublado como si esperase algún grave acontecimiento. Su actitud ante Raskolnikof era cada vez más grosera e irónica. El joven se dio cuenta de este cambio y se turbó. Aquel hombre le inspiraba una gran desconfianza. Ajustó su paso al de él. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 586