Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
cualquier cosa a que me favorecieron. A pesar de la aversión que
su hermana sentía hacia mi persona, a pesar de mi actitud
sombría y repulsiva, acabó por compadecerse del hombre perdido
que veía en mí. Y cuando la piedad se apodera del corazón de una
joven, esto es sumamente peligroso para ella. La asalta el deseo
de salvar, de hacer entrar en razón, de regenerar, de conducir por
el buen camino a un hombre, de ofrecerle, en fin, una vida nueva.
Ya debe de conocer usted los sueños de esta índole.
»En seguida me di cuenta de que el pájaro iba por impulso
propio hacia la jaula, y adopté mis precauciones. No haga esas
muecas, Rodion Romanovitch: ya sabe usted que este asunto no
tuvo consecuencias importantes... ¡El diablo me lleve! ¡Cómo
estoy bebiendo esta tarde...! Le aseguro que más de una vez he
lamentado que su hermana no naciera en el siglo segundo o
tercero de nuestra era. Entonces habría podido ser hija de algún
modesto príncipe reinante, o de un gobernador, o de un procónsul
en Asia Menor. No cabe duda de que habr