Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Petrovna llegó incluso a enfadarse porque yo no hablaba nunca de
su hermana: me reprochaba que permaneciera indiferente a los
elogios que me hacía de ella. No puedo comprender lo que
pretendía. Como es natural, mi mujer contó a Avdotia Romanovna
toda mi biografía. Tenía el defecto de poner a todo el mundo al
corriente de nuestras intimidades y de quejarse de mí ante el
primero que llegaba. ¿Cómo no había de aprovechar esta ocasión
de hacer una nueva y magnífica amistad? Sin duda estaban
siempre hablando de mí, y Avdotia Romanovna debía de conocer
perfectamente los siniestros chismes que se me atribuían. Estoy
seguro de que algunos de esos rumores llegaron hasta usted.
-Sí. Lujine incluso le ha acusado de causar la muerte de un niño.
¿Es eso verdad?
-Hágame el favor de no dar crédito a esas villanías -exclamó
Svidrigailof con una mezcla de cólera y repugnancia-. Si usted
desea conocer la verdad de todas esas historias absurdas, se las
contaré en otra ocasión, pero ahora...
-También me han dicho que fue usted culpable de la muerte de
uno de sus sirvientes...
-Le agradeceré que no siga por ese camino -dijo Svidrigailof,
agitado.
-¿No es aquel que, después de muerto, le cargó la pipa? Conozco
este detalle por usted mismo.
Svidrigailof le miró atentamente, y Rodia creyó ver brillar por un
momento en sus ojos un relámpago de cruel ironía. Pero
Svidrigailof repuso cortésmente:
-Sí, ese criado fue. Ya veo que todas esas historias le han
interesado vivamente, y me comprometo a satisfacer su
curiosidad en la primera ocasión. Creo que se me puede
considerar como un personaje romántico. Ya comprenderá la
gratitud que debo guardar a Marfa Petrovna por haber contado a
su hermana tantas cosas enigmáticas e interesantes sobre mí. No
sé qué impresión le producirían estas confidencias, pero apostaría
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 576