CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 569

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski el alma humana se vea sometida a influencias tan sombrías y extrañas. El mismo clima influye considerablemente. Por desgracia, Petersburgo es el centro administrativo de la nación y su influencia se extiende por todo el país. Pero no se trata precisamente de esto. Lo que quería decirle es que le he observado a usted varias veces en la calle. Usted sale de su casa con la cabeza en alto, y cuando ha dado unos veinte pasos la baja y se lleva las manos a la espalda. Basta mirarle para comprender que entonces usted no se da cuenta de nada de lo que ocurre en torno de su persona. Al fin empieza usted a mover los labios, es decir, a hablar solo. A veces dice cosas en voz alta, entre gestos y ademanes, o permanece un rato parado en medio de la calle sin motivo alguno. Piense que, así como le he visto yo, pueden verle otras personas, y esto sería un peligro para usted. En el fondo, poco me importa, pues no tengo la menor intención de curarle, pero ya me comprenderá... -¿Sabe usted que me persiguen? -preguntó Raskolnikof dirigiéndole una mirada escrutadora. -No, no lo sabía -repuso Svidrigailof con un gesto de asombro. -Entonces, déjeme en paz. -Bien: le dejaré en paz. -Pero dígame: si es verdad que usted me ha citado dos veces aquí y esperaba mi visita, ¿