Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
vez. Lo más sorprendente era que aquella situación tan crítica en
que se hallaba le inquietaba muy poco. Le preocupaba otra
cuestión mucho más importante, extraordinaria, también
personal, pero distinta. Por otra parte, sentía un profundo
desfallecimiento moral, aunque su capacidad de razonamiento era
superior a la de los días anteriores. Además, después de lo
sucedido, ¿valía la pena tratar de vencer nuevas dificultades,
intentar, por ejemplo, impedir a Svidrigailof ir a casa de Porfirio,
procurar informarse, perder el tiempo con semejante hombre?
¡Qué fastidioso era todo aquello!
Sin embargo, se dirigió apresuradamente a casa de Svidrigailof.
¿Esperaba de él algo nuevo, un consejo, un medio de salir de
aquella insoportable situación? El que se está ahogando se aferra
a la menor astilla. ¿Era el destino o un secreto instinto el que los
aproximaba? Tal vez era simplemente que la fatiga y la
desesperación le inspiraban tales ideas; acaso fuera preferible
dirigirse a otro, no a Svidrigailof, al que sólo el azar había puesto
en su camino.
¿A Sonia? ¿Con qué objeto se presentaría en su casa? ¿Para
hacerla llorar otra vez? Además, Sonia le daba miedo.
Representaba para él lo irrevocable, la decisión definitiva. Tenía
que elegir entre dos caminos: el suyo o el de Sonia. Sobre todo en
aquel momento, no se sentía capaz de afrontar su presencia. No,
era preferible probar suerte con Svidrigailof. Aunque muy a su
pesar, se confesaba que Svidrigailof le parecía en cierto modo
indispensable desde hacía tiempo.
Sin embargo, ¿qué podía haber de común entre ellos? Incluso la
perfidia de uno y otro eran diferentes. Por añadidura, Svidrigailof
le era profundamente antipático. Tenía todo el aspecto de un
hombre despejado, trapacero, astuto, y tal vez era un ser
extremadamente
perverso.
Se
contaban
de
él
cosas
verdaderamente horribles. Cierto que había protegido a los niños
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 563