CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 536

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Svidrigailof se encargaba de todo lo relacionado con el entierro y parecía muy atareado. También Sonia estaba muy ocupada. La última vez que se vieron, Svidrigailof enteró a Raskolnikof de que había arreglado felizmente la situación de los niños de la difunta. Gracias a ciertas personalidades que le conocían, había conseguido que admitieran a los huérfanos en excelentes orfelinatos, donde recibirían un trato especial, ya que había entregado una buena suma por cada uno de ellos. Después dijo algunas palabras acerca de Sonia, prometió a Raskolnikof pasar pronto por su casa y le recordó que deseaba pedirle consejo sobre ciertos asuntos. Esta conversación tuvo lugar en la entrada de la casa, al pie de la escalera. Svidrigailof miraba fijamente a Raskolnikof. De pronto bajó la voz y le dijo: -Pero ¿qué le pasa a usted, Rodion Romanovitch? Cualquiera diría que no está usted en su juicio. Usted escucha y mira con la expresión del hombre que no comprende nada. Hay que animarse. Tenemos que hablar, a pesar de que estoy muy ocupado tanto por asuntos propios como por ajenos... Oiga, Rodion Romanovitch -le dijo de pronto-, todos los hombres necesitamos aire, aire libre... Esto es indispensable. Se apartó para dejar paso a un sacerdote y a un sacristán que venían a celebrar el oficio de difuntos. Svidrigailof lo había arreglado todo para que esta ceremonia se repitiese dos veces cada día a las mismas horas. Se marchó. Raskolnikof estuvo un momento reflexionando. Después siguió al sacerdote hasta el aposento de Sonia. Se detuvo en el umbral. Comenzó el oficio, triste, grave, solemne. Las ceremonias fúnebres le inspiraban desde la infancia un sentimiento de terror místico. Hacía mucho tiempo' que no había asistido a una misa de difuntos. La ceremonia que estaba presenciando era para él especialmente conmovedora e impresionante. Miró a los niños. Los tres estaban arrodillados StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 535