Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Sonia. Retrocedió vivamente y fijó en Svidrigailof una mirada
extraña.
-¿Cómo sabe usted que yo he dicho eso?-balbuceó.
-Vivo al otro lado de ese tabique, en casa de la señora Resslich.
Este departamento pertenece a Kapernaumof, y aquél, a la señora
Resslich, mi antigua y excelente amiga. Soy vecino de Sonia
Simonovna.
-¿Usted?
-Sí, yo -dijo Svidrigailof entre grandes carcajadas-. Le doy mi
palabra de honor, querido Rodion Romanovitch, de que me ha
interesado usted extraordinariamente. Le dije que seríamos
buenos amigos. Pues bien, ya lo somos. Ya verá como soy un
hombre comprensivo y tratable con el que se puede alternar
perfectamente.
SEXTA PARTE
I
Empezó para Raskolnikof una vida extraña. Era como si una
especie de neblina le hubiera envuelto y hundido en un fatídico y
doloroso aislamiento. Cuando más adelante recordaba este
período de su vida, comprendía que entonces su razón vacilaba a
cada momento y que este estado, interrumpido por algunos
intervalos de lucidez, se había prolongado hasta la catástrofe
definitiva. Tenía el convencimiento de que había cometido muchos
errores, sobre todo en las fechas y sucesión de los hechos. Por lo
menos, cuando, andando el tiempo, recordó, y trató de poner en
orden estos recursos, y después de explicarse lo sucedido, sólo
gracias al testimonio de otras personas pudo conocer muchas de
las cosas que pertenecían a aquel período de su propia vida.
Confundía los hechos y consideraba algunos como consecuencia
de otros que sólo existían en su imaginación. A veces le dominaba
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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