CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 529

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski La gente se apiñó en torno de las dos mujeres. Raskolnikof y Lebeziatnikof habían sido de los primeros en llegar, así como el funcionario y el gendarme. -¡Qué desgracia! -gruñó este último, presintiendo que se hallaba ante un asunto enojoso. Luego trató de dispersar a la multitud que se hacinaba en torno de él. -¡Circulen, circulen! -Se muere -dijo uno. -Se ha vuelto loca -afirmó otro. -¡Piedad para ella, Señor! -dijo una mujer santiguándose-. ¿Se ha encontrado a los niños? Sí, ahí vienen; los trae la niña mayor. ¡Qué desgracia, Dios mío! Al examinar atentamente a Catalina Ivanovna se pudo ver que no se había herido, como creyera Sonia, sino que la sangre que teñía el pavimento salía de su boca. -Yo sé lo que es eso -dijo el funcionario en voz baja a Raskolnikof y Lebeziatnikof-. Está tísica. La sangre empieza a salir y ahoga al enfermo. Yo he presenciado un caso igual en una parienta mía. De pronto echó vaso y medio de sangre. ¿Qué podemos hacer? Se va a morir. -¡Llévenla a mi casa! -suplicó Sonia-. Vivo aquí mismo... Aquella casa, la segunda... ¡A mi casa, pronto...! Busquen un médico... ¡Señor! Todo se arregló gracias a la intervención del funcionario. El gendarme incluso ayudó a transportar a Catalina Ivanovna. La depositaron medio muerta en la cama de Sonia. La hemorragia continuaba, pero la enferma se iba recobrando poco a poco. En la habitación, además de Sonia, habían entrado Raskolnikof, Lebeziatnikof, el funcionario y el gendarme, que obligó a retirarse a algunos curiosos que habían llegado hasta la puerta. Apareció Poletchka con los fugitivos, que temblaban y lloraban. De casa de Kapernaumof llegaron también, primero el mismo sastre, con su StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 528