Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
exactamente igual que había hecho él al llegar a la habitación de
Sonia. Después Dunia entró en el aposento y fue a sentarse en
una silla frente a él, en el sitio mismo en que se había sentado el
día anterior. Raskolnikof la miró en silencio, con aire distraído.
-No te enfades, Rodia -dijo Dunia-. Estaré aquí sólo un momento.
La joven estaba pensativa, pero su semblante no era severo. En
su clara mirada había un resplandor de dulzura. Raskolnikof
comprendió que era su amor a él lo que había impulsado a su
hermana a hacerle aquella visita.
-Oye, &