CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 519

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski demostrada la eficacia de su método... Por lo menos, esto es lo que opino yo. Pero Raskolnikof ya no le escuchaba. Al ver que habían Llegado frente a su casa, saludó a Lebeziatnikof con un movimiento de cabeza y cruzó el portal. Andrés Simonovitch se repuso en seguida de su sorpresa y, tras dirigir una mirada a su alrededor, prosiguió su camino. Raskolnikof entró en su buhardilla, se detuvo en medio de la habitación y se preguntó: -¿Para qué habré venido? Y su mirada recorría las paredes, cuyo amarillento papel colgaba aquí y allá en jirones..., y el polvo..., y el diván... Del patio subía un ruido seco, incesante: golpes de martillo sobre clavos. Se acercó a la ventana, se puso de puntillas y estuvo un rato mirando con gran atención... El patio estaba desierto; Raskolnikof no vio a nadie. En el ala izquierda había varias ventanas abiertas, algunas adornadas con macetas, de las que brotaban escuálidos geranios. En la parte exterior se veían cuerdas con ropa tendida... Era un cuadro que estaba harto de ver. Dejó la ventana y fue a sentarse en el diván. Nunca se había sentido tan solo. Experimentó de nuevo un sentimiento de odio hacia Sonia. Sí, la odiaba después de haberla atraído a su infortunio. ¿Por qué habría ido a hacerla llorar? ¿Qué necesidad tenía de envenenar su vida? ¡Qué cobarde había sido! -Permaneceré solo -se dijo de pronto, en tono resuelto-, y ella no vendrá a verme a la cárcel. Cinco minutos después levantó la cabeza y sonrió extrañamente. Acababa de pasar por su cerebro una idea verdaderamente singular. «Acaso sea verdad que estaría mejor en presidio.» Nunca sabría cuánto duró aquel desfile de ideas vagas. De pronto se abrió la puerta y apareció Avdotia Romanovna. La joven se detuvo en el umbral y estuvo un momento observándole, StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 518