Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Le había puesto la mano en el hombro. Él se levantó y la miró,
estupefacto.
-Ve inmediatamente a la próxima esquina, arrodíllate y besa la
tierra que has mancillado. Después inclínate a derecha e
izquierda, ante cada persona que pase, y di en voz alta: « ¡He
matado! » Entonces Dios te devolverá la vida.
Temblando de pies a cabeza, le asió las manos convulsivamente
y le miró con ojos de loca.
-¿Irás, irás? -le preguntó.
Raskolnikof estaba tan abatido, que tanta exaltación le
sorpre