CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 507

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Un segundo después, Raskolnikof la miró con un dolor infinito y lanzó un grito de desesperación. -¿Por qué te habré dicho todo esto? ¿Por qué te habré hecho esta confesión...? Esperas mis explicaciones, Sonia, bien lo veo; esperas que te lo cuente todo... Pero ¿qué puedo decirte? No comprenderías nada de lo que te dijera y sólo conseguiría que sufrieras por mí todavía más... Lloras, vuelves a abrazarme. Pero dime: ¿por qué? ¿Porque no he tenido valor para llevar yo solo mi cruz y he venido a descargarme en ti, pidiéndote que sufras conmigo, ya que esto me servirá de consuelo? ¿Cómo puedes amar a un hombre tan cobarde? -¿Acaso no sufres tú también? -exclamó Sonia. Otra vez se apoderó del joven un sentimiento de ternura. -Sonia, yo soy un hombre de mal corazón. Tenlo en cuenta, pues esto explica muchas cosas. Precisamente porque soy malo he venido en tu busca. Otros no lo habrían hecho, pero yo... yo soy un miserable y un cobarde. En fin, no es esto lo que ahora importa. Tengo que hablarte de ciertas cosas y no me siento con fuerzas para empezar. Se detuvo y quedó pensativo. -Desde luego, no nos parecemos en nada; somos muy diferentes... ¿Por qué habré venido? Nunca me lo perdonaré. -No, no; has hecho bien en venir -exclamó Sonia-. Es mejor que yo lo sepa todo, mucho mejor. Raskolnikof la miró amargamente. -Bueno, al fin y al cabo, ¡qué importa! --exclamó, decidido a hablar-. He aquí cómo ocurrieron las cosas. Yo quería ser un Napoleón: por eso maté. ¿Comprendes? -No -murmuró Sonia, ingenua y tímidamente-. Pero no importa: habla, habla. -Y añadió, suplicante-: Haré un esfuerzo y comprenderé, lo comprenderé todo. -¿Lo comprenderás? ¿Estás segura? Bien, ya veremos. Hizo una larga pausa para ordenar sus ideas. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 506