Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Pero ¿cómo es posible que un hombre como usted cometiera...?
Además, ¿por qué?
-Para robar, Sonia -respondió Raskolnikof con cierto malestar.
Sonia se quedó estupefacta. De pronto, un grito escapó de sus
labios.
-¡Estabas hambriento! ¡Querías ayudar a tu madre! ¿Verdad?
-No, Sonia, no -balbuceó el joven, bajando y volviendo la
cabeza-. No estaba hambriento hasta ese extremo... Ciertamente,
quería ayudar a mi madre, pero no fue eso todo... No me
atormentes, Sonia.
Sonia se oprimía una mano con la otra.
-Pero ¿es posible que todo esto sea real? ¡Y qué realidad, Dios
mío! ¿Quién podría creerlo? ¿Cómo se explica que usted se quede
sin nada por socorrer a otros habiendo matado por robar...?
De pronto le asaltó una duda.
-¿Acaso ese dinero que dio usted a Catalina Ivanovna..., ese
dinero, Señor, era...?
-No, Sonia -le interrumpió Raskolnikof-, ese dinero no procedía
de allí. Tranquilízate. Me lo había enviado mi madre por medio de
un agente de negocios y lo recibí durante mi enfermedad, el día
mismo en que lo di... Rasumikhine es testigo, pues firmó el recibo
en mi nombre... Ese dinero era mío