CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 503

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski empezó a apartarse de él poco a poco, sin dejar de mirarle. Su espanto se comunicó al joven, que miraba a Sonia con el mismo gesto despavorido, mientras en sus labios se esbozaba la misma triste sonrisa infantil. -¿Has comprendido ya? -murmuró. -¡Dios mío! -gimió, horrorizada. Luego, exhausta, se dejó caer en su lecho y hundió el rostro en la almohada. Pero un momento después se levantó vivamente, se acercó a Raskolnikof, le cogió las manos, las atenazó con sus menudos y delgados dedos y fijó en él una larga y penetrante mirada. Con esta mirada, Sonia esperaba captar alguna expresión que le demostrase que se había equivocado. Pero no, no cabía la menor duda: la simple suposición se convirtió en certeza. Más adelante, cuando recordaba este momento, todo le parecía extraño, irreal. ¿De dónde le había venido aquella certeza repentina de no equivocarse? Porque en modo alguno podía decir que había presentido aquella confesión. Sin embargo, apenas le hizo él la confesión, a ella le pareció haberla adivinado. -Basta, Sonia, basta. No me atormentes. Había hecho esta súplica amargamente. No era así como él había previsto confesar su crimen: la realidad era muy distinta de lo que se había imaginado. Sonia estaba fuera de sí. Saltó del lecho. De pie en medio de la habitación, se retorcía las manos. Luego volvió rápidamente sobre sus pasos y de nuevo se sentó al lado de Raskolnikof, tan cerca que sus cuerpos se rozaban. De pronto se estremeció como si la hubiera asaltado un pensamiento espantoso, lanzó un grito y, sin que ni ella misma supiera por qué, cayó de rodillas delante de Raskolnikof. -¿Qué ha hecho usted? Pero ¿qué ha hecho usted? -exclamó, desesperada. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 502