Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-No, no lo han encontrado.
-Entonces, ¿cómo sabe usted quién es? -preguntó la joven tras
un nuevo silencio y con voz casi imperceptible.
Él se volvió hacia ella y la miró fijamente, con una expresión
singular.
-¿Lo adivinas?
Una nueva sonrisa de impotencia flotaba en sus labios. Sonia
sintió que todo su cuerpo se estremecía.
-Pero usted me... -balbuceó ella con una sonrisa infantil-. ¿Por
qué quiere asustarme?
-Para saber lo que sé -dijo Raskolnikof, cuya mirada seguía fija
en la de ella, como si no tuviera fuerzas para apartarla-, es
necesario que esté «ligado» a «él»... Él no tenía intención de
matar a Lisbeth... La asesinó sin premeditación... Sólo quería
matar a la vieja... y encontrarla sola... Fue a la casa... De pronto
llegó Lisbeth..., y la mató a ella también.
Un lúgubre silencio siguió a estas palabras. Los dos jóvenes se
miraban fijamente.
-Así, ¿no lo adivinas? -preguntó de pronto.
Tenía la impresión de que se ar