Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
para ver si comprendía por qué ha obrado usted así, pues le
confieso que hay cosas que no tienen explicación para mí... ¿Por
qué lo ha hecho usted? No lo comprendo.
-Pero ¿qué he hecho yo? ¿Quiere dejar de hablar en jeroglífico?
¿Es que ha bebido más de la cuenta?
-Usted, hombre vil, sí que es posible que se emborrache. Pero yo
no bebo jamás ni una gota de vodka, porque mis principios me lo
vedan... Sepan ustedes que ha sido él, él mismo, el que ha
transmitido con sus propias manos el billete de cien rublos a
Sonia Simonovna. Yo lo he visto, yo he sido testigo de este acto.
Y estoy dispuesto a declarar bajo juramento. ¡El mismo, él
mismo! -repitió Lebeziatnikof, dirigiéndose a todos.
-¿Está usted loco? -exclamó Lujine-. La misma interesada, aquí
presente, acaba de afirmar ante testigos que sólo ha recibido de
mi un billete de diez rublos. ¿Cómo puede usted decir que le he
dado el otro billete?
-¡Lo he visto, lo he visto! -repitió Lebeziatnikof-. Y, aunque ello
sea contrario a mis principios, estoy dispuesto a afirmarlo bajo
juramento ante la justicia. Yo he visto cómo le introducía usted
disimuladamente ese dinero en el bolsillo. En mi candidez, he
creído que lo hacía usted por caridad. En el momento en que
usted le decía adiós en la puerta, mientras le tendía la mano
derecha, ha deslizado con la izquierda en su bolsillo un papel. ¡Lo
he visto, lo he visto!
Lujine palideció.
-¡Eso es pura invención! -exclamó, en un arranque de
insolencia-. Usted estaba entonces junto a la ventana. ¿Cómo es
posible que desde tan lejos viera el papel? Su miopía le ha hecho
ver visiones. Ha sido una alucinación y nada más.
-No, no he sufrido ninguna alucinación. A pesar de la distancia,
me he dado perfecta cuenta de todo. En efecto, desde la ventana
no he podido ver qué clase de papel era: en esto tiene usted
razón. Sin embargo, cierto detalle me ha hecho comprender que
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