Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Catalina Ivanovna respondió desdeñosamente que todo el mundo
conocía su propio origen y que en su diploma se decía con
caracteres de imprenta que era hija de un coronel, mientras que
el padre de Amalia Ivanovna, en el caso de que existiera, debía de
ser un lechero finés; pero que era más que probable que ella no
tuviera padre, ya que nadie sabía aún cuál era su patronímico, es
decir, si se llamaba Amalia Ivanovna o Amalia Ludwigovna.
Al oír estas palabras, la patrona, fuera de sí, empezó a golpear
con el puño la mesa mientras decía a grandes gritos que ella era
Ivanovna y no Ludwigovna, que su Vater se llamaba Johann y era
bailío, cosa que no había sido jamás el Vater de Catalina
Ivanovna.
Ésta se levantó en el acto y, con una voz cuya calma contrastaba
con la palidez de su semblante y la agitación de su pecho, dijo a
Amalia Ivanovna que si osaba volver a comparar, aunque sólo
fuera una vez, a su miserable Vater con su padre, le arrancaría el
gorro y se lo pisotearía.
Al oír esto, Amalia Ivanovna empezó a ir y venir
precipitadamente por la habitación, gritando con todas sus fuerzas
que ella era la dueña de la casa y que Catalina Ivanovna debía
marcharse inmediatamente.
Acto seguido se arrojó sobre la mesa y empezó a recoger sus
cubiertos de plata.
A esto siguió una confusión y un alboroto indescriptibles. Los
niños se echaron a llorar. Sonia se abalanzó sobre su madrastra
para intentar retenerla, pero cuando Amalia Ivanovna aludió a la
tarjeta amarilla, la viuda rechazó a la muchacha y se fue derecha
a la patrona con la intención de poner en práctica su amenaza.
En este momento se abrió la puerta y apareció en el umbral Piotr
Petrovitch Lujine, que paseó una mirada atenta y severa por toda
la concurrencia.
Catalina Ivanovna corrió hacia él.
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Comentario [L55]: El documento de las
prostitutas.