CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 467

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Dadas las circunstancias, Catalina Ivanovna se creyó obligada a recibir a sus invitados con la mayor dignidad e incluso con cierta altanería. Les dirigió, especialmente a algunos, una mirada severa y los invitó desdeñosamente a sentarse a la mesa. Achacando, sin que supiera por qué, a Amalia Ivanovna la culpa de la ausencia de los demás invitados, empezó de pronto a tratarla con tanta descortesía, que la patrona no tardó en advertirlo y se sintió profundamente ofendida. La comida comenzó bajo los peores auspicios. Al fin todo el mundo se sentó a la mesa. Raskolnikof había aparecido en el momento en que regresaban los que habían ido al cementerio. Catalina Ivanovna se mostró encantada de verle, en primer lugar porque, entre todos los presentes, él era la única persona culta (lo presentó a sus invitados diciendo que dos años después sería profesor de la universidad de Petersburgo), y en segundo lugar, porque se había excusado inmediatamente y en los términos más respetuosos de no haber podido asistir al entierro, pese a sus grandes deseos de no faltar. Catalina Ivanovna se arrojó sobre él y lo sentó a su izquierda, ya que Amalia Ivanovna se había sentado a su derecha, e inmediatamente empezó a hablar con él en voz baja, a pesar del bullicio que había en la habitación y de sus preocupaciones de dueña de casa que quería ver bien servido a todo el mundo, y, además, pese a la tos que le desgarraba el pecho. Catalina Ivanovna confió a Raskolnikof su justa indignación ante el fracaso de la comida, indignación cortada a cada momento por las más incontenibles y mordaces burlas contra los invitados y especialmente contra la patrona. -La culpable de todo es esa detestable lechuza, de ella y sólo de ella. Ya sabe usted de quién hablo. Catalina Ivanovna le indicó a la patrona con un movimiento de cabeza y continuó: StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 466