CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 466

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski ocasión de convencerse de que ella no había nacido para vivir como vivía. Catalina Ivanovna tenía la intención de explicarles todo esto en la mesa, hablándoles también de las funciones de gobernador desempeñadas en otros tiempos por su padre. Y entonces, de paso, les diría que no había motivo para que le volviesen la cabeza cuando se cruzaban con ella y que tal proceder era sencillamente ridículo. También faltaba un grueso teniente coronel (en realidad no era más que un capitán retirado), pero se supo que estaba enfermo y obligado a guardar cama desde el día anterior. En fin, que sólo asistieron, además del polaco, un miserable empleadillo, de aspecto horrible, vestido con ropas grasientas, que despedía un olor nauseabundo y, por añadidura, era mudo como un poste; un viejecillo sordo y casi ciego que había sido empleado de correos y cuya pensión en casa de Amalia Ivanovna corría a cargo, desde tiempo inmemorial y sin que nadie supiera por qué, de un desconocido; un teniente retirado, o, mejor dicho, empleado de intendencia... Este último entró del modo más incorrecto, lanzando grandes carcajadas. ¡Y sin chaleco! Apareció otro invitado, que fue a sentarse a la mesa directamente, sin ni siquiera saludar a Catalina Ivanovna. Y, finalmente, se presentó un individuo en bata. Esto era demasiado, y Amalia Ivanovna lo hizo salir con ayuda del polaco. Éste había traído a dos compatriotas que nadie de la casa conocía, porque jamás habían vivido en ella. Todo esto irritó profundamente a Catalina Ivanovna, que juzgó que no valía la pena haber hecho tantos preparativos. Por temor a que faltara espacio, había dispuesto los cubiertos de los niños no en la mesa común, que ocupaba casi toda la habitación, sino en un rincón sobre un baúl. Los dos más pequeños estaban sentados en una banqueta, y Poletchka, como niña mayor, había de cuidar de ellos, hacerles comer, sonarlos, etc. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 465