Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
respeto por el hecho de haber sabido protestar... » ¿Se ríe...? Eso
prueba que no ha tenido usted valor para romper con los
prejuicios... ¡El diablo me lleve...! Comprendo perfectamente el
enojo que supone verse engañado cuando se está casado
legalmente; pero esto no es sino una mísera consecuencia de una
situación humillante y degradante para los dos cónyuges. Porque
cuando a uno le ponen los cuernos con toda franqueza, como
sucede en las uniones libres, se puede decir que no existen, ya
que pierden toda su significación, e incluso el nombre de cuernos.
Es más, en este caso, la mujer da a su compañero una prueba de
estimación, ya que le considera incapaz de oponerse a su felicidad
y lo bastante culto para no intentar vengarse del nuevo esposo...
¡El diablo me lleve...! Yo me digo a veces que si me casase, si me
uniese a una mujer, legal o libremente, que eso poco importa, y
pasara el tiempo sin que mi mujer tuviera un amante, se lo
llevaría yo mismo y le diría: «Amiga mía, te amo de veras, pero lo
que más me importa es merecer tu estimación.» ¿Qué le parece?
¿Tengo razón o no la tengo?
Piotr Petrovitch sonrió burlonamente pero con gesto distraído. Su
pensamiento estaba en otra parte, cosa que Lebeziatnikof no
tardó en notar, además de leer la preocupación en su semblante.
Lujine parecía afectado y se frotaba las manos con aire
pensativo. Andrés Simonovitch recordaría estos detalles algún
tiempo después.
II
No es fácil explicar cómo había nacido en el trastornado cerebro
de Catalina Ivanovna la idea insensata de aquella comida. En ella
había invertido la mitad del dinero que le había entregado
Raskolnikof para el entierro de Marmeladof. Tal vez se creía
obligada a honrar convenientemente la memoria del difunto, a fin
de demostrar a todos los inquilinos, y sobre todo a Amalia
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