Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
este asunto. Aquí tiene. Como mis gastos son muchos, aun
sintiéndolo de veras, no puedo hacer más.
Y Piotr Petrovitch entregó a Sonia un billete de diez rublos
después de haberlo desplegado cuidadosamente. Sonia lo tomó,
enrojeció, se levantó de un salto, pronunció algunas palabras
ininteligibles y se apresuró a retirarse. Piotr Petrovitch la
acompañó con toda cortesía hasta la puerta. Ella salió de la
habitación a toda prisa, profundamente turbada, y corrió a casa
de Catalina Ivanovna, presa de extraordinaria emoción.
Durante toda esta escena, Andrés Simonovitch, a fin de no poner
al diálogo la menor dificultad, había permanecido junto a la
ventana, o había paseado en silencio por la habitación; pero
cuando Sonia se hubo retirado, se acercó a Piotr Petrovitch y le
tendió la mano con gesto solemne.
-Lo he visto todo y todo lo he oído -dijo, recalcando esta última
palabra-. Lo que usted acaba de hacer es noble, es decir, humano.
Ya he visto que usted no quiere que le den las gracias. Y aunque
mis principios particulares me prohíben, lo confieso, practicar la
caridad privada, pues no sólo es insuficiente para extirpar el mal,
sino que, por el contrario, lo fomenta, no puedo menos de
confesarle que su gesto me ha producido verdadera satisfacción.
Sí, sí; su gesto me ha impresionado.
-¡Bah! No tiene importancia -murmuró Piotr Petrovitch un poco
emocionado y mirando a Lebeziatnikof atentamente.
-Sí, sí que tiene importancia. Un hombre que como usted se
siente ofendido, herido, por lo que ocurrió ayer, y que, no
obstante, es capaz de interesarse por la desgracia ajena: un
hombre así, aunque sus actos constituyan un error social, es
digno de estimación. No esperaba esto de usted, Piotr Petrovitch,
sobre todo teniendo en cuenta sus ideas, que son para usted una
verdadera traba, ¡y cuán im