Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
suscripción, o una rifa, o algo análogo, como suelen hacer en
estos casos los parientes o las personas extrañas que desean
acudir en ayuda de algún desgraciado. Esto es lo que quería decir.
La cosa me parece posible.
-Sí, está muy bien... Dios se lo... -balbuceó Sonia sin apartar los
ojos de Piotr Petrovitch.
-La cosa es posible, sí, pero... dejémoslo para más tarde, aunque
hayamos de empezar hoy mismo. Nos volveremos a ver al
atardecer, y entonces podremos establecer las bases del negocio,
por decirlo así. Venga a eso de las siete. Confío en que Andrés
Simonovitch querrá acompañarnos... Pero hay un punto que
desearía tratar con usted previamente con toda seriedad. Por eso
principalmente me he permitido llamarla, Sonia Simonovna. Yo
creo que el dinero no debe ponerse en manos de Catalina
Ivanovna. La comida de hoy es buena prueba de ello. No
teniendo, como quien dice, un pedazo de pan para mañana, ni
zapatos que ponerse, ni nada, en fin, hoy ha comprado ron de
Jamaica, e incluso creo que café y vino de Madera. lo he visto al
pasar. Mañana toda la familia volverá a estar a sus expensas y
usted tendrá que procurarles hasta el último bocado de pan. Esto
es absurdo. Por eso yo opino que la suscripción debe organizarse
a espaldas de esa desgraciada viuda, para que sólo usted maneje
el dinero. ¿Qué le parece?
-Pues... no sé... Ella es así sólo hoy..., una vez en la vida... Tenía
en mucho poder honrar la memoria... Pero es muy inteligente.
Además, usted puede hacer lo que le parezca, y yo le quedaré
muy... muy..., y todos ellos también... Y Dios le... Le..., y los
huerfanitos...
Sonia no pudo terminar: se lo impidió el llanto.
-Entonces no se hable más del asunto. Y ahora tenga la bondad
de aceptar para las primeras necesidades de su madre esta
cantidad, que representa mi aportación personal. Es mi mayor
deseo que mi nombre no se pronuncie para nada en relación con
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 457