Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
entrevista con Porfirio si no se hubiese producido la espectacular
aparición de Nicolás?
Porfirio no había disimulado su juego; táctica arriesgada, pero
cuyo riesgo había decidido correr. Raskolnikof no dejaba de
pensar en ello. Si el juez hubiera tenido otros triunfos, se los
habría enseñado igualmente. ¿Qué sería aquella sorpresa que le
reservaba? ¿Una simple burla o algo que tenía su significado?
¿Constituiría una prueba? ¿Contendría, por lo menos, alguna
acusación...? ¿El desconocido del día anterior? ¿Cómo se explicaba
que hubiera desaparecido de aquel modo? ¿Dónde estaría? Si
Porfirio tenía alguna prueba, debía de estar relacionada con aquel
hombre misterioso.
Raskolnikof estaba sentado en el diván, con los codos apoyados
en las rodillas y la cara en las manos. Un temblor nervioso seguía
agitando todo su cuerpo. Al fin se levantó, cogió la gorra, se
detuvo un momento para reflexionar y se dirigió a la puerta.
Consideraba que, por lo menos durante todo aquel día, estaba
fuera de peligro. De pronto experimentó una sensación de alegría
y le acometió el deseo de trasladarse lo más rápidamente posible
a casa de Catalina Ivanovna. Desde luego, era ya demasiado
tarde para ir al entierro, pero llegaría a tiempo para la comida y
vería a Sonia.
Volvió a detenerse para reflexionar y esbozó una sonrisa
dolorosa.
-Hoy, hoy -murmuró-. Hoy mismo. Es necesario...
Ya se disponía a abrir la puerta, cuando ésta se abrió sin que él
la tocase. Se estremeció y retrocedió rápidamente. La puerta se
fue abriendo poco a poco, sin ruido, y de súbito apareció la figura
del personaje del día anterior, del hombre que parecía haber
surgido de la tierra.
El desconocido se detuvo en el umbral, miró en silencio a
Raskolnikof y dio un paso hacia el interior del aposento.
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