CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 425

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski El tono de la pregunta dejaba entrever una celada. Raskolnikof se recostó en el respaldo del sofá para apartarse de Porfirio, cuyo rostro se había acercado al suyo, y le observó en silencio, con una mirada fija y llena de asombro. -Algo parecido puede decirse de la visita de Rasumikhine. Si usted fuese el culpable, habría dicho que él había venido a mi casa por impulso propio y habría ocultado que usted le había incitado a hacerlo. Sin embargo, usted ha dicho que Rasumikhine vino a verme porque usted lo envió. Raskolnikof se estremeció. El no había hecho afirmación semejante. -Sigue usted mintiendo -dijo, esbozando una sonrisa de hastío y con voz lenta y débil-. Usted quiere demostrarme que lee en mi pensamiento, que puede predecir todas mis respuestas -añadió, dándose cuenta de que ya era incapaz de medir sus palabras-. Usted quiere asustarme; usted se está burlando de mí, sencillamente. Mientras decía esto no apartaba la vista del juez de instrucción. De súbito, un terrible furor fulguró en sus ojos. -Está diciendo una mentira tras otra -exclamó-. Usted sabe muy bien que la mejor táctica que puede seguir un culpable es sujetarse a la verdad tanto como sea posible..., declarar todo aquello que no pueda ocultarse. ¡No le creo a usted! -¡Qué veleta es usted! -dijo Porfirio con una risita mordaz-. No hay medio de entenderse con usted. Está dominado por una idea fija. ¿No me cree? Pues yo creo que empieza usted a creerme. Con diez centímetros de fe me bastará para conseguir que llegue al metro y me crea del todo. Porque le tengo verdadero afecto y sólo deseo su bien. Los labios de Raskolnikof empezaron a temblar. -Sí, le tengo verdadero afecto -prosiguió Porfirio, apretando amistosamente el brazo del joven-, y no se lo volveré a repetir. Además, tenga en cuenta que su familia ha venido a verle. Piense StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 424