Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Sobre la cómoda había un libro. Raskolnikof le había dirigido una
mirada cada vez que pasaba junto a él en sus idas y venidas por
la habitación. Al fin cogió el volumen y lo examinó. Era una
traducción rusa del Nuevo Testamento, un viejo libro con tapas de
tafilete.
-¿De dónde has sacado este libro? -le preguntó desde el otro
extremo de la habitación, cuando ella permanecía inmóvil cerca de
la mesa.
-Me lo han regalado -respondió Sonia de mala gana y sin mirarle.
-¿Quién?
-Lisbeth.
« ¡Lisbeth! ¡Qué raro! », pensó Raskolnikof.
Todo lo relacionado con Sonia le parecía cada vez más extraño.
Acercó el libro a la bujía y empezó a hojearlo.
-¿Dónde está el capítulo sobre Lázaro? -preguntó de pronto.
Soma no contestó. Tenía la mirada fija en el suelo y se había
separado un poco de la mesa.
-Dime dónde están las páginas que hablan de la resurrección de
Lázaro.
Sonia le miró de reojo.
-Están en el cuarto Evangelio -repuso Sonia gravemente y sin
moverse del sitio.
-Toma; busca ese pasaje y léemelo.
Dicho esto, Raskolnikof se sentó a la mesa, apoyó en ella los
codos y el mentón en una mano y se dispuso a escuchar, vaga la
mirada y sombrío el semblante.
« Dentro de quince días o de tres semanas -murmuró para síhabrá que ir a verme a la séptima versta. Allí estaré, sin duda, si
no me ocurre nada peor.»
Sonia dio un paso hacia la mesa. Vacilaba. Había recibido con
desconfianza la extraña petición de Raskolnikof. Sin embargo,
cogió el libro.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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Comentario [L42]: A siete verstas de
San Petersburgo había un manicomio. En
Rusia es frecuente designar los lugares por
las distancias que los separan de la ciudad
más proxima.