CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 397

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski apariencia? ¿Puede estar en su juicio? ¿Puede una persona hablar como habla ella sin estar loca? ¿Puede una mujer conservar la calma sabiendo que va a su perdición, y asomarse a ese abismo pestilente sin hacer caso cuando se habla del peligro? ¿No esperará un milagro...? Sí, seguramente. Y todo esto, ¿no son pruebas de enajenación mental?» Se aferró obstinadamente a esta última idea. Esta solución le complacía más que ninguna otra. Empezó a examinar a Sonia atentamente. -¿Rezas mucho, Sonia? -le preguntó. La muchacha guardó silencio. Él, de pie a su lado, esperaba una respuesta. -¿Qué habría sido de mí sin la ayuda de Dios? Había dicho esto en un rápido susurro. Al mismo tiempo, lo miró con ojos fulgurantes y le apretó la mano. «No me he equivocado», se dijo Raskolnikof. -Pero ¿qué hace Dios por ti? -siguió preguntando el joven. Sonia permaneció en silencio un buen rato. Parecía incapaz de responder. La emoción henchía su frágil pecho. -¡Calle! No me pregunte. Usted no tiene derecho a hablar de estas cosas -exclamó de pronto, mirándole, severa e indignada. «Es lo que he pensado, es lo que he pensado», se decía Raskolnikof. -Dios todo lo puede -dijo Sonia, bajando de nuevo los «Esto lo explica todo», pensó Raskolnikof. Y siguió observándola con ávida curiosidad. Experimentaba una sensación extraña, casi enfermiza, mientras contemplaba aquella carita pálida, enjuta, de facciones irregulares y angulosas; aquellos ojos azules capaces de emitir verdaderas llamaradas y de expresar una pasión tan austera y vehemente; aquel cuerpecillo que temblaba de indignación. Todo esto le parecía cada vez más extraño, más ajeno a la realidad. «Está loca, está loca», se repetía. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 396