CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 391

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski conmigo. Se propone fundar un pensionado para muchachas nobles y confiarme a mí la inspección. Está persuadida de que nos espera una vida nueva y maravillosa, y me besa, me abraza, me consuela. Ella cree firmemente en lo que dice, cree en todas sus fantasías. ¿Quién se atreve a contradecirla? Hoy se ha pasado el día lavando, fregando, remendando la ropa, y, como está tan débil, al fin ha caído rendida en la cama. Esta mañana hemos salido a comprar calzado para Lena y Poletchka, pues el que llevan está destrozado, pero no teníamos bastante dinero: necesitábamos mucho más. ¡Eran tan bonitos los zapatos que quería...! Porque tiene mucho gusto, ¿sabe...? Y se ha echado a llorar en plena tienda, delante de los dependientes, al ver que faltaba dinero... ¡Qué pena da ver estas cosas! -Ahora comprendo que lleve usted esta vida -dijo Raskolnikof, sonriendo amargamente. -¿Es que usted no se compadece de ella? -exclamó Sonia-. Usted le dio todo lo que tenía, y eso que no sabía nada de lo que ocurre en aquella casa. ¡Dios mío, si usted lo supiera! ¡Cuántas veces, cuántas, la he hecho llorar...! La semana pasada mismo, ocho días antes de morir mi padre, fui mala con ella... Y así muchas veces... Ahora me paso el día acordándome de aquello, y ¡me da una pena! Se retorcía las manos con un gesto de dolor. -¿Dice usted que fue mala con ella? -Sí, fui mala... Yo había ido a verlos -continuó llorando-, y mi pobre padre me dijo: «Léeme un poco, Sonia. Aquí está el libro.» El dueño de la obra era Andrés Simonovitch Lebeziatnikof, que vive en la misma casa y nos presta muchas veces libros de esos que hacen reír. Yo le contesté: «No puedo leer porque tengo que marcharme...» Y es que no tenía ganas de leer. Yo había ido allí para enseñar a Catalina Ivanovna unos cuellos y unos puños bordados que una vendedora a domicilio llamada Lisbeth me había dado a muy buen precio. A Catalina Ivanovna le gustaron mucho, StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 390