CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 392

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski se los probó, se miró al espejo y dijo que eran preciosos, preciosos. Después me los pidió. « ¡Oh Sonia! -me dijo-. ¡Regálamelos!» Me lo dijo con voz suplicante... ¿En qué vestido los habría puesto...? Y es que le recordaban los tiempos felices de su juventud. Se miraba en el espejo y se admiraba a sí misma. ¡Hace tanto tiempo que no tiene vestidos ni nada...! Nunca pide nada a nadie. Tiene mucho orgullo y prefiere dar lo que tiene, por poco que sea. Sin embargo, insistió en que le diera los cuellos y los puños; esto demuestra lo mucho que le gustaban. Y yo se los negué. «¿Para qué los quiere usted, Catalina Ivanovna? Sí, así se lo dije. Ella me miró con una pena que partía el corazón... No era quedarse sin los cuellos y los puños lo que la apenaba, sino que yo no se los hubiera querido dar. ¡Ah, si yo pudiese reparar aquello, borrar las palabras que dije...! -¿De modo que conocía usted a Lisbeth, esa vendedora que iba por las casas? -Sí. ¿Usted también la conocía? -preguntó Sonia con cierto asombro. -Catalina Ivanovna está en el último grado de la tisis, y se morirá, se morirá muy pronto -dijo Raskolnikof tras una pausa y sin contestar a la pregunta de Sonia. -¡Oh, no, no! Sonia le había cogido las manos, sin darse cuenta de lo que hacía, y parecía suplicarle que evitara aquella desgracia. -Lo mejor es que muera -dijo Raskolnikof. -¡No, no! ¿Cómo va a ser mejor? -exclamó Sonia, trastornada, llena de espanto. -¿Y los niños? ¿Qué hará usted con ellos? No se los va a traer aquí. -¡No sé lo que haré! ¡No sé lo que haré! -exclamó, desesperada, oprimiéndose las sienes con las manos. Sin duda este pensamiento la había atormentado con frecuencia, y Raskolnikof lo había despertado con sus preguntas. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 391