CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 389

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Su padre me lo contó todo... Por él supe lo que le ocurrió a usted... Me explicó que usted salió de casa a las seis y no volvió hasta las nueve, y que Catalina Ivanovna pasó la noche arrodillada junto a su lecho. Sonia se turbó. -Me parece -murmuró, vacilando- que hoy lo he visto. -¿A quién? -A mi padre. Yo iba por la calle y, al doblar una esquina cerca de aquí, lo he visto de pronto. Me pareció que venía hacia mí. Estoy segura de que era él. Yo me dirigía a casa de Catalina Ivanovna... -No, usted iba... paseando. -Sí -murmuró Sonia con voz entrecortada. Y bajó los ojos llenos de turbación. -Catalina Ivanovna llegó incluso a pegarle cuando usted vivía con sus padres, ¿verdad? -¡Oh no! ¿Quién se lo ha dicho? ¡No, no; de ningún modo! Y al decir esto Sonia miraba a Raskolnikof como sobrecogida de espanto. -Ya veo que la quiere usted. -¡Claro que la quiero! -exclamó Sonia con voz quejumbrosa y alzando de pronto las manos con un gesto de sufrimiento-. Usted no la... ¡Ah, si usted supiera...! Es como una niña... Está trastornada por el dolor... Es inteligente y noble... y buena... Usted no sabe nada... nada... Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitación la dominaba. Gemía, se retorcía las manos. Sus pálidas mejillas se habían teñido de rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente que Raskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazón. Sonia experimentaba una ardiente necesidad de explicar ciertas cosas, de defender a su madrastra. De súbito, su semblante expresó una compasión «insaciable», por decirlo así. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 388