CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 388

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Alzó hacia ella su mirada pensativa y entonces advirtió que él estaba sentado y Sonia de pie. -¿Por qué está de pie? Siéntese -le dijo, dando de pronto a su voz un tono bajo y dulce. Ella se sentó. Él la miró con un gesto bondadoso, casi compasivo. -¡Qué delgada está usted! Sus manos casi se transparentan. Parecen las manos de un muerto. Se apoderó de una de aquellas manos, y ella sonrió. -Siempre he sido así -dijo Sonia. -¿Incluso cuando vivía en casa de sus padres? -Sí. -¡Claro, claro! -dijo Raskolnikof con voz entrecortada. Tanto en su acento como en la expresión de su rostro se había operado súbitamente un nuevo cambio. Volvió a pasear su mirada por la habitación. -Tiene usted alquilada esta pieza a Kapernaumof, ¿verdad? -Sí. -Y ellos viven detrás de esa puerta, ¿no? -Sí; tienen una habitación parecida a ésta. -¿Sólo una para toda la familia? -Sí. -A mí, esta habitación me daría miedo -dijo Rodia con expresión sombría. -Los Kapernaumof son buenas personas, gente amable -dijo Sonia, dando muestras de no haber recobrado aún su presencia de ánimo-. Y estos muebles, y todo lo que hay aquí, es de ellos. Son muy buenos. Los niños vienen a verme con frecuencia. -Son tartamudos, ¿verdad? -Sí, pero no todos. El padre es tartamudo y, además, cojo. La madre... no es que tartamudee, pero tiene dificultad para hablar. Es muy buena. Él era esclavo. Tienen siete hijos. Sólo el mayor es tartamudo. Los demás tienen poca salud, pero no tartamudean... Ahora que caigo, ¿cómo se ha enterado usted de estas cosas? StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 387