CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 387

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski distinguir nada a la débil luz de la vela. El otro ángulo era exageradamente obtuso. La extraña habitación estaba casi vacía de muebles. A la derecha, en un rincón, estaba la cama, y entre ésta y la puerta había una silla. En el mismo lado y ante la puerta que daba al departamento vecino se veía una sencilla mesa de madera blanca, cubierta con un paño azul, y, cerca de ella, dos sillas de anea. En la pared opuesta, cerca del ángulo agudo, había una cómoda, también de madera blanca, que parecía perdida en aquel gran vacío. Esto era todo. El papel de las paredes, sucio y desgastado, estaba ennegrecido en los rincones. En invierno, la humedad y el humo debían de imperar en aquella habitación, donde todo daba una impresión de pobreza. Ni siquiera había cortinas en la cama. Sonia miraba en silencio al visitante, ocupado en examinar tan atentamente y con tanto desenfado su aposento. Y de pronto empezó a temblar de pies a cabeza como si se hallara ante el juez y árbitro de su destino. -He venido un poco tarde. ¿Son ya las once? -preguntó Raskolnikof sin levantar la vista hacia Sonia. -Sí, sí, son las once ya -balbuceó la muchacha ansiosamente, como si estas palabras le solucionaran un inquietante problema-: El reloj de mi patrona acaba de sonar y yo he oído perfectamente las... -Vengo a su casa por última vez -dijo Raskolnikof con semblante sombrío. Sin duda se olvidaba de que era también su primera visita-. Acaso no vuelva a verla más -añadió. -¿Se va de viaje? -No sé, no sé... Mañana, quizá... -Así, ¿no irá usted mañana a casa de Catalina Ivanovna? -preguntó Sonia con un ligero temblor en la voz. -No lo sé... Quizá mañana por la mañana... Pero no hablemos de este asunto. He venido a decirle... StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 386