Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
y, con ella, los tres rublos de anticipo que le correspondían.
Raskolnikof no se había dejado engañar.
-¿Por qué despreciar un buen negocio -exclamó Rasumikhine con
creciente entusiasmo-, teniendo el elemento principal para ponerlo
en práctica, es decir, el dinero? Sin duda tendremos que trabajar
de firme, pero trabajaremos. Trabajará usted Avdotia
Romanovna; trabajará su hermano y trabajaré yo. Hay libros que
pueden producir buenas ganancias. Nosotros tenemos la ventaja
de que sabemos lo que se debe traducir. Seremos traductores,
editores y aprendices a la vez. Yo puedo ser útil a la sociedad
porque tengo experiencia en cuestiones de libros. Hace dos años
que ruedo por las editoriales, y conozco lo esencial del negocio.
No es nada del otro mundo, créanme. ¿Por qué no aprovechar
esta ocasión? Yo podría indicar a los editores dos o tres libros
extranjeros que producirían cien rublos cada uno, y sé de otro
cuyo título no daría por menos de quinientos rublos. A lo mejor
aún vacilarían esos imbéciles. Respecto a la parte administrativa
del negocio (papel, impresión, venta...), déjenla en mi mano,
pues es cosa que conozco bien. Empezaremos por poco e iremos
ampliando el negocio gradualmente. Desde luego, ganaremos lo
suficiente para vivir.
Los ojos de Dunia brillaban.
-Su proposición me parece muy bien, Dmitri Prokofitch. -Yo,
como es natural -dijo Pulqueria Alejandrovna-, no entiendo nada
de eso. Tal vez sea un buen negocio. Lo cierto es que el asunto
me sorprende por lo inesperado. Respecto a nuestra marcha, sólo
puedo decirle que nos vemos obligadas a permanecer aquí algún
tiempo.
Y al decir esto último dirigió una mirada a Rodia.
-¿Tú qué opinas? -preguntó Dunia a su hermano.
-A mí me parece una excelente idea. Naturalmente, no puede
improvisarse un gran negocio editorial, pero sí publicar algunos
volúmenes de éxito seguro. Yo conozco una obra que
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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Comentario [L41]: Dostoiewski abrigó
los mismos sueños que este personaje.
Durante toda su vida se vio hostigado por
los editores, que le exigían la terminación
de sus trabajos en el plazo convenido.
Ademas, cedió al editor Stellovski por una
pequeña cantidad el derecho a publicar sus
obras completas. De aquí que siempre
acariciara es deseo de editar sus propias
obras. Este sueño no pudo realizarlo
Dostoiewski, pero su esposa, Anna
Grigorievna, al enviudar, logró lo que
nohabía logrado su marido, pues editó por
su cuenta Los endemoniados y als
producciones siguientes. Además, reeditó
todas las obras del gran novelista. Por lo
tanto, no cabe duda de que Dostoiewski, al
hacer hablar a Rasumikhine, pensaba en sí
mismo.