Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
osaba manifestar su alegría, pero temblaba febrilmente como si le
hubieran quitado de encima un gran peso. Ahora era muy dueño
de entregarse por entero a las dos mujeres, de servirlas...
Además, sabía Dios lo que podría suceder... Sin embargo,
rechazaba, acobardado, estos pensamientos y temía dar libre
curso a su imaginación. Raskolnikof era el único que permanecía
impasible, distraído, incluso un tanto huraño. Él, que tanto había
insistido en la ruptura con Lujine, ahora que se había producido,
parecía menos interesado en el asunto que los demás. Dunia no
pudo menos de creer que seguía disgustado con ella, y Pulqueria
Alejandrovna lo miraba con inquietud.
-¿Qué tienes que decirnos de parte de Svidrigailof? -le preguntó
Dunia.
-¡Eso, eso! -exclamó Pulqueria Alejandrovna.
Raskolnikof levantó la cabeza.
-Está empeñado en regalarte diez mil rublos y desea verte una
vez estando yo presente.
-¿Verla? ¡De ningún modo! -exclamó Pulqueria Alejandrovna-.
¡Además, tiene la osadía de ofrecerle dinero!
Entonces Raskolnikof refirió (secamente, por cierto) su diálogo
con Svidrigailof, omitiendo todo lo relacionado con las apariciones
de Marfa Petrovna, a fin de no ser demasiado prolijo. Le
molestaba profundamente hablar más de lo indispensable.
-¿Y tú qué le has contestado? -preguntó Dunia.
-Yo he empezado por negarme a decirte nada de parte suya, y
entonces él me ha dicho que se las arreglaría, fuera como fuera,
para tener una entrevista contigo. Me ha asegurado que su pasión
por ti fue una ilusión pasajera y que ahora no le inspiras nada que
se parezca al amor. No quiere que te cases con Lujine. En general,
hablaba de un modo confuso y contradictorio.
-¿Y tú qué opinas, Rodia? ¿Qué efecto te ha producido?
-Os confieso que no lo acabo de entender. Te ofrece diez mil
rublos, y dice que no es rico. Afirma que está a punto de
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 378