Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
suerte en Petersburgo. Sabía que las mujeres pueden ser una
ayuda para conseguir muchas cosas. El encanto de una esposa
adorable, culta y virtuosa al mismo tiempo podía adornar su vida
maravillosamente, atraerle simpatías, crearle una especie de
aureola... Y todo esto se había venido abajo. Aquella ruptura, tan
inesperada como espantosa, le había producido el efecto de un
rayo. Le parecía algo absurdo, una broma monstruosa. Él no había
tenido tiempo para decir lo que quería; sólo había podido alardear
un poco. Primero no había tomado la cosa en serio, después se
había dejado llevar de su indignación, y todo había terminado en
una gran ruptura. Amaba ya a Dunia a su modo, la gobernaba y la
dominaba en su imaginación, y, de improviso... No, era preciso
poner remedio al mal, conseguir un arreglo al mismo día siguiente
y, sobre todo, aniquilar a aquel jovenzuelo, a aquel granuja que
había sido el causante del mal. Pensó también, involuntariamente
y con una especie de exc