Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
cometido la equivocación de aceptar una proposición que no ha
resultado nada decorosa. De ningún modo debí...
-No obstante, Pulqueria Alejandrovna
-exclamó Lujine,
exasperado-, usted me ató con una promesa que ahora retira. Y,
además..., además, nuestro compromiso me ha obligado a..., en
fin, a hacer ciertos gastos.
Esta última queja era tan propia del carácter de Lujine, que
Raskolnikof, pese a la cólera que le dominaba, no pudo contenerse
y se echó a reír.
En cambio, a Pulqueria Alejandrovna la hirió profundamente el
reproche de Lujine.
-¿Gastos? ¿Qué gastos? ¿Se refiere usted, quizás, a la maleta
que se encargó de enviar aquí? ¡Pero si consiguió usted que la
transportaran gratuitamente! ¡Señor! ¡Pretender que nosotras le
hemos atado! Mida bien sus palabras, Piotr Petrovitch. ¡Es usted el
que nos ha tenido a su merced, atadas de pies y manos!
-Basta, mamá, basta -dijo Dunia en tono suplicante-. Piotr
Petrovitch, tenga la bondad de marcharse.
-Ya me voy -repuso Lujine, ciego de cólera-. Pero permítame
unas palabras, las últimas. Su madre parece haber olvidado que
yo pedí la mano de usted cuando era el blanco de las
murmuraciones de toda la comarca. Por usted desafié a la opinión
pública y conseguí restablecer su reputación. Esto me hizo creer
que podía contar con su agradecimiento. W&