CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 374

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski tres mil rublos, suma que llega con gran oportunidad, a juzgar por el tono en que me está usted hablando -añadió Lujine secamente. -Esa observación -dijo Dunia, indignada- puede ser una prueba de que usted ha especulado con nuestra pobreza. -Sea como fuere, ahora todo ha cambiado. Y me voy; no quiero seguir siendo un obstáculo para que su hermano les transmita las proposiciones secretas de Arcadio Ivanovitch Svidrigailof. Sin duda, esto es importantísimo para ustedes, e incluso sumamente agradable. -¡Dios mío! -exclamó Pulqueria Alejandrovna. Rasumikhine hacía inauditos esfuerzos para permanecer en su silla. -¿No te da vergüenza soportar tanto insulto, Dunia? -preguntó Raskolnikof. -Sí, Rodia; estoy avergonzada -y, pálida de ira, gritó a Lujine-: ¡Salga de aquí, Piotr Petrovitch! Lujine no esperaba ni remotamente semejante reacción. Tenía demasiada confianza en sí mismo y contaba con la debilidad de sus víctimas. No podía dar crédito a sus oídos. Palideció y sus labios empezaron a temblar. -Le advierto, Avdotia Romanovna, que si me marcho en estas condiciones puede tener la seguridad de que no volveré. Reflexione. Yo mantengo siempre mi palabra. -¡Qué insolencia! -gritó Dunia, irritada-. ¡Pero si yo no quiero volverle a ver! -¿Cómo se atreve a hablar así? -exclamó Lujine, desconcertado, pues en ningún momento había creído en la posibilidad de una ruptura-. Tenga usted en cuenta que yo podría protestar. -¡Usted no tiene ningún derecho a hablar así! -replicó vivamente Pulqueria Alejandrovna-. ¿Contra qué va a protestar? ¿Y con qué atribuciones? ¿Cree usted que puedo poner a mi hija en manos de un hombre como usted? ¡Váyase y déjenos en paz! Hemos StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 373