Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-No lo recuerdo -repuso Pulqueria Alejandrovna, llena de
turbación-. Yo dije lo que había entendido. Por otra parte, ignoro
cómo Rodia le habrá transmitido a usted mis palabras. Tal vez ha
exagerado.
-Sólo pudo haberlo hecho inspirándose en la carta que usted le
envió.
-Piotr Petrovitch -replicó dignamente Pulqueria Alejandrovna-. La
prueba de que no hemos tomado sus palabras en mala parte es
que estamos aquí.
-Bien dicho, mamá -aprobó Dunia.
-Entonces soy yo el que está equivocado -dijo Lujine, ofendido.
-Es que usted, Piotr Petrovitch -dijo Pulqueria Alejandrovna,
alentada por las palabras de su hija-, no hace más que acusar a
Rodia. Y no tiene en cuenta que en su carta nos dice acerca de él
cosas que no son verdad.
-No recuerdo haber dicho ninguna falsedad en mi carta.
-Usted ha dicho -manifestó ásperamente Raskolnikof, sin mirar a
Lujine-, que yo entregué ayer mi dinero no a la viuda del hombre
atropellado, sino a su hija, siendo así que la vi ayer por primera
vez. Usted se expresó de este modo con el deseo de indisponerme
con mi familia, y par 6VwW&'6RFRVR6